24 agosto 2006

Aprendiendo...

Ahora que empiezo a andar me doy cuenta de lo poco que sé; no me queda más remedio que ponerme a estudiar. De momento no voy mal, estoy aprendiendo mucho...

Aprendiendo geografía, para hacerme consciente de que en el mundo hay un lugar para mí, y conforme voy avanzando estoy más cerca de encontrarlo. Aprendiendo lengua, para ser cada vez más capaz de saber aconsejar, de expresar mis sentimientos con claridad, de dar siempre la mejor respuesta, de defenderme sin violencia... Aprendiendo química, para descubrir los elementos que quiero que rijan mi vida (amor, amistad, respeto, perdón, humildad...) y cómo combinarlos para obtener las fórmulas correctas. Aprendiendo historia, para revisar mis errores, escuchar las experiencias de otros, y así dejar de tropezar siempre con la misma piedra. Aprendiendo matemáticas, para darme cuenta de que hay cosas que nunca cambian, y que son universales: uno y uno somos dos, dos y uno somos tres, y donde caben tres, caben cuatro... Aprendiendo arte, para descubrir y admirar la belleza hasta en las cosas más insignificantes, y poder transformar lo más corriente en algo especial. Aprendiendo psicología, para comprender mejor los problemas del otro, y los míos propios, analizarlos y buscar soluciones. Aprendiendo medicina, para saber curar las heridas, y hacer que los dolores remitan... Aprendiendo derecho, para defender a quien no tiene recursos, y saber cómo luchar contra la injusticia. Aprendiendo documentación, para ordenar mis recuerdos y conocimientos por categorías, y poder recuperarlos en cualquier momento, sin dejar que se pierdan. Aprendiendo sociología, para darme cuenta de que no sirve de nada etiquetar a las personas. Aprendiendo magisterio, para conseguir tener paciencia al compartir con los demás lo que voy aprendiendo. Aprendiendo política, para comprometerme a construir un mundo mejor para todos, y a sanear los errores que crean las diferencias. Aprendiendo ingeniería, para saber cómo cubrir las necesidades de los que me rodean. Aprendiendo física, para saber cómo utilizar mis fuerzas en cada situación, y cuándo ni siquiera merece la pena emplearlas. Aprendiendo literatura, para disfrutar con el talento y las ideas de otros, y a la vez desarrollar los míos. Aprendiendo informática, para comunicarme con los que están muy lejos, y sentirlos muy cerca. Aprendiendo biología, para concluir que, aunque todos somos distintos, todos somos personas con un corazón que late, y que eso nos hace a todos iguales...

22 agosto 2006

En Haya Sofía...


Cierro los ojos, y respiro hondo.
Percibo miles de olores distintos...
A fruta, a tierra mojada, a especias, a gasolina, a bollería recién horneada, a tabaco y sudor...
Todos mezclados resultan hasta agradables, y desde luego me hacen sentir muy lejos de mi casa, y de los míos.
Vuelvo a abrir los ojos, y el sol mediterráneo me deslumbra, y debo cubrirlos.
Al volver la esquina, alzo la vista y de repente me siento pequeñito, muy pequeñito.
1500 años me contemplan desde los ojos que se abren alrededor de la primera cúpula de la historia.
Ahora el aire huele distinto: huele a emperadores, a oro y joyas, y a mosaicos; huele a procesiones, y a batallas; a sultanes, a invasiones, a bajeles y a oraciones.
Ya no soy nada más que una motita de polvo, curiosa por entrar al que ha sido uno de los edificios claves para la humanidad, y dejándome llevar por una corriente de aire que viene del Bósforo, entro en silencio.
Y la motita de polvo tiene que contener las lágrimas, pues no puede asimilar aún la emoción de encontrarse dentro de la Basílica de la Santa Sabiduría...

20 agosto 2006

Aires nuevos...


Las olas rompen a mis pies, sentado en esta roca, y puedo sentir la brisa marina en mi cara, haciendome entornar deliciosamente los ojos, y moviendo mi flequillo.
Hay algo distinto a todas esas otras veces que, en este mismo lugar, este mismo aire ha refrescado mi cara...
Puede que no sea ya el mismo aire, pues nunca sabemos de dónde viene el aire, ni a dónde va, ni si volverá de nuevo al mismo lugar, ni de que cosas vendrá cargado...
Ya no huele a sueños, sino a proyectos;
ya no me habla de soledad, sino de búsqueda;
ya no me hace llorar, sino sonreír...
Sí, puede que el aire ya no sea el mismo; o puede que quién no sea el mismo sea yo.
Puede que ya no sea el muchacho sentado al borde del camino, sino el hombre que empieza a recorrerlo...
Todo cambia, y eso es la vida: cambios. Buenos, malos, grandes, pequeños...
Todo cambia, el aire y yo; yo y el aire...