Oyente desconocido

El cristal de mi ventana va tintándose,
mis blancas sábanas amarillean.
Cruje la madera del estante
donde se amontonan los libros de poemas
que esperan ser leidos en susurros
a un oyente desconocido.
Se rasgan mis cortinas apolilladas,
el dibujo de la alfombra se ha borrado
y la lámpara ha dejado de encenderse;
todos mis discos están ya rayados
de sonar una y mil veces a la espera
de un oyente desconocido.
Mi ropa está hora hecha girones,
y las paredes han ennegrecido.
Suena triste cada tabla del suelo
porque mis pasos siguen sin hallar
a un oyente desconocido.
El radiador no funciona, y tengo frío.
El ventilador no gira más, y me asfixio.
No controlo ya sentimientos ni sentidos,
y este cuarto se vuelve cada vez más pequeño.
Y pido al viento que lleve estas lágrimas
a un oyente desconocido,
para que sepa que cuando al fin me escuche
este cuarto tendrá de nuevo vida,
y estas palabras ya no tendrán sentido.